En colaboración con Mercado De Los Lunes Plaza Mayor Barco De Ávila.
Un recorrido por las panaderías del Barco de Ávila.
Miércoles 11 de agosto del 2021, Antonio nos recibe en su panadería. Charlamos con él sobre las dificultades y satisfacciones a las que se enfrenta un panadero hoy en día.
Antonio quien regenta actualmente el negocio se levanta a las 3 de la madrugada y no descansa ningún día de la semana. Recuerda de su niñez los juegos en la panadería, a su padre, a quien veía trabajar, a su madre y a su abuela, quienes además de trabajar el negocio familiar eran madres que tenían que atender la crianza de sus hijos. Eran tiempos duros.
Antonio en su panadería. Foto Lina Sánchez |
Lo más gratificante de su
trabajo es que valoren la calidad de su pan del que intenta que se salga de la
rutina del pan común para lo que ha invertido mucho tiempo en realizar cursos
para mejorarlo.
Debe compaginar su día a día
con el hándicap de su alergia a uno de los productos básicos en su trabajo: la
harina.

Panadería Horno el Cristo. Foto Lina Sánchez |
Ofrece
diferentes tipos de pan que conviven con la barra común, como la barra rústica.
Panes de diferentes tipos de harinas, integrales y semillas.
En su elaboración la masa debe
fermentar casi 24 horas y emplea “masa vieja”.
Hay que destacar también las
perrunillas y mantecados con la garantía de calidad de Ávila Auténtica.
Panadería Horno el Cristo. Foto Antonio Hernández
Como persona inquieta y a la que le gusta hacer cosas nuevas, al igual que muchos comerciantes de la zona, han tenido que llevar sus productos y dulces a ferias medievales, mercados artesanales, nuevos tipos de negocios bio saludables, donde la demanda de este tipo de productos ha crecido por un aumento de tendencia en la sociedad de buscar en el medio rural productos naturales y de calidad
Esta panadería, como todas las
que se encuentran en la comarca, deben adaptarse a las necesidades de la
sociedad.
Nos cuenta que la despoblación
pone en riesgo este tipo de negocios por lo que tienen que buscar mercado fuera
de la región y vender a otras zonas, globalizar y mirar fuera.
La venta online y las nuevas tecnologías son básicas en los negocios rurales. Pide a las autoridades un esfuerzo que cree de vital importancia para no quedarse fuera de los mercados y seguir viviendo en su pueblo El Barco de Ávila.
Panadería Horno el Cristo. Foto Antonio Hernández
Panadería Horno el Cristo. Foto Laura Ortiz Reclama ayuda desde el punto
de vista institucional para que se fomente la industrialización de la zona y
llama a la unidad de todos los comerciantes de la comarca para que puedan logar
objetivos que beneficien al conjunto. Un poco de historia Familiar
Joaquín descendía de
Bercimuelle y Amalia del Puente del Congosto, provincia de Salamanca. Pertenecían
a dos familias de artesanos, con oficios de carpinteros, tejeros, y panaderos,
ellos continuaron con la panadería. Eran ya novios cuando empezó
la guerra y a Joaquín con 17 años lo enviaron a filas, la quinta del biberón la
llamaban. Amalia aprendió a leer y a escribir para mandarle cartas al frente y
después a África donde estuvo dos años de mili después de luchar en la guerra. Se casaron después de acabar
la contienda y tuvieron cuatro hijos, dos chicos y dos chicas. Los dos pequeños
nacieron en el Puente del Congosto. Estaba el ventorro en la carretera general
que llevaba a Plasencia, enfrente de la Canaleja. En esos difíciles años de
posguerra, regentaban la venta con un pequeño comercio mezcla de tienda y
taberna además de la tahona. Con el racionamiento, la
materia prima escaseaba, el trabajo era duro y se obtenían pocos beneficios.
Joaquín, como casi todos los que tenían algún tipo de negocio en la comarca,
trapicheaban y conseguían con el estraperlo , aceite, pimentón y algunos otros
productos en la zona de la Vera o el Jerte, que cambiaban por los garbanzos y
las alubias de los agricultores del Aravalle, atravesaban la sierra a pie o en
mulas, burros y caballos, para conseguir intercambiar esos productos y ganarse
unas perras de comisión, a su vez la gente sembraba un poco de trigo o centeno
que llevaban a moler a el molino de la Canaleja, el molinero se cobraba ese
trabajo con un porcentaje de la harina obtenida de la molienda y a su vez se la
vendía a Amalia y a Joaquín para que pudieran masar algo más y sacar un extra. En esa economía de
supervivencia, entraba un pequeño huerto, unas gallinas, un cerdo y normalmente
una cabra, además de la recolección de setas, cardillos, y frutos silvestres. Amalia siempre comentaba que
el Aravalle era un paraíso, ella que venía de tierra más árida, reprochaba a
los habitantes de la comarca lo poco que conocían y utilizaban sus recursos
naturales. No solo vendían el pan en el Aravalle, también repartían a El Barco, donde lo traían un par de veces por semana a la tienda del Sr. Benito el de la regadera, que era como el centro comercial de El Barco de Ávila. Paco , el hijo mayor de la
pareja, contaba que con ocho años, su padre, cargaba las alforjas de panes
grandes como ruedas de carro, marcados con JH, (Joaquín Hernández) y su madre
subida en el poyo de la puerta del ventorro, le montaba a lomos de Moro, un
caballo negro de muy buen porte y gran alzada, daba un azote al animal en el
lomo, y este enfilaba por el camino real, puente de las aceñas y puente viejo,
y subiendo por la calle de la parada, llegaba hasta la calle de la regadera,
daba una voz y las sobrinas del señor Benito, Elena, Teresina y Feli, salían a
recibirle, le ayudaban a bajarse del caballo y en invierno le llevaban dentro
del comercio, escarbaban el brasero para calentarlo y después de haberle metido
en el bolsillo del gabán algún caramelo sustraído al tío, volvían a subirlo al
caballo para la vuelta. Una vez al mes venia con él
su padre a hacer las cuentas con el señor Benito, y a veces compraban alguna
herramienta en la ferretería de los Herrero, o una pieza de tela o una bobina
de hilo donde los Álvaro o en Iglesias, o traían a reparar una olla o una
sartén a el tío Diego el calderero, después su padre tomaba un vino en Fabi, el
España o el Central, mientras él se sentaba en una mesa a saborear una gaseosa
Los Pardillos, y su padre conversaba o hacia tratos con los parroquianos. A mediados de los sesenta se
trasladaron a El Barco, intentando mejorar, y compraron en la Colonia del
Santísimo Cristo del Caño, en la otra orilla del Tormes, el inmueble que ocupa
actualmente la Panadería del Cristo, con la ayuda de sus hijos, ya mayores, el
negocio creció y además de los seis de la familia, llegaron a tener cinco o
seis empleados más. En los últimos años del
ventorro, habían comprado uno de los primeros coches que se veía por la
comarca, una especie de furgoneta con toda la carrocería de madera, ya en El
Barco tenían varios vehículos para repartir por toda la comarca, pero el más
peculiar era el que utilizaba Joaquín, consistía en la parte trasera de una
furgoneta a la que habían añadido unas varas a los lados y a la que enganchaban
una mula. Joaquín la guiaba repartiendo el pan a tiendas, bares y restaurantes
del pueblo, así como a los particulares que salían a comprar al oír el tintineo
de los cascabeles del animal.
Fuente:
Familia de Francisco Hernández ANTIGUAS PANADERIAS en El Barco de Ávila ya desaparecidas, La Panadería de Mateíllo que funcionó primero
en la Calle del Castillo y más tarde en el Concejil. Luego se instaló allí
Florín que venía de Bohoyo con gran tradición familiar. Con el tiempo se montará
su propia panadería muy cerca en el mismo barrio. Gran panadero por su calidad,
variedad y ricos dulces De La Panadería de Faustino
Gómez recuerdan los más mayores las sobadas y los hornazos que se hacían de
encargo y las tortas de chicharrones que eran exquisitas. La Panadería de Ramón en la Calle de Los Arrieros Panadería de Faustino. Foto Félix Resina Jiménez Panadería de Faustino. Foto Raquel García Sánchez Panificadora de Máximo García. Maxi y Sagrario.
Foto María García En la actualidad solo nos
quedan en El Barco de Ávila la panadería del Cristo y la panadería de
Florín, otra panadería referente en la villa. En la comarca se localizan las
últimas panaderías en la Horcajada (Julio Sánchez), Panadería Peña en
Santibáñez de Béjar, en Muñogalindo, que recordemos. Panadería La venta, el Tejado
y en Palacios ya desaparecidas. Esperemos que este oficio tenga
larga vida por el bien de nuestro pueblo y toda la comarca. El pan de calidad es un
artículo de lujo en El Barco de Ávila que nosotros podemos disfrutar y también queremos
compartir. Gracias Antonio y a las
personas que han colaborado en esta pequeña historia de las panaderías de
nuestro pueblo.
Colaborar con los negocios locales es proteger nuestro patrimonio cultural y humano. |
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